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La memoria de la ciudad de Lleida se pierde en el origen de los tiempos. Ciudad ilergete conquistada por los romanos, fue escenario de las hazañas de Julio César.

Al caer el Imperio romano, entró en una terrible decadencia hasta que los árabes la convirtieron en una joya situada cerca de la frontera entre el Califato de Córdoba y los nuevos reinos cristianos.

En el año 1120, cuando la ciudad de Lleida fue conquistada por las tropas de Ramón Berenguer IV el Santo y de Ermengol VI de Urgel, era una ciudad de gran riqueza, coronada por el grandioso castillo árabe de la Suda.

La ciudad fue reconstruida con gran magnificencia, y en 1190 comenzó la construcción de la Catedral Vella, un imponente edificio románico que en los siglos posteriores fue embellecido al añadirse un maravilloso claustro románico.

Todas estas bellezas estuvieron a punto de desaparecer cuando en el año 1707 la catedral y el castillo fueron convertidos en cuarteles militares y rodeados por inexpugnables fortificaciones. El impresionante retablo mayor esculpido en alabastro de Sarral por Bartomeu Rubió fue desmontado y vendido en piezas, cruel destino de todas las obras de arte que la catedral contenía.

La preciosa escultura de la "Verge del Blau", que adornaba la puerta de los Apóstoles, fue trasladada a la Catedral Nueva.

Después de los destrozos que ocasionó en aquellos cuarteles la Guerra Civil, el conjunto monumental de la "Seu Vella de Lleida" ha sido objeto de una cuidadosa restauración. Los techos que dividían las naves y el claustro de la catedral fueron demolidos, y un ejército de artistas picapedreros restituyeron las piedras perdidas o rotas por la metralla.

De este modo la "Seu Vella de Lleida" ha renacido con todo su esplendor, orgullo de sus habitantes y admiración de los forasteros que la divisan en el horizonte al acercarse a esta ciudad.

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